14/04/2021
En la ciudad de Lyon, Francia, el 5 de enero 1767 nació uno de los padres de la economía clásica: Jean-Baptiste Say. Apasionado por la transformación de la Revolución Industrial en Inglaterra, leyó mucho a Adam Smith. Los escritos del economista escoses en Europa contribuyeron en la vida de Jean-Baptiste Say.
Así, luego publicó “Tratado de economía política”, en la que desarrolla la ‘ley de los mercados’. Para no simplificar esto solo a “la oferta crea su propia demanda”, podría resumirse su concepto así: “Un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el monto de su valor. En efecto, cuando un productor termina un producto, su mayor deseo es venderlo, para que el valor de dicho producto no permanezca improductivo en sus manos. Pero no está menos apresurado por deshacerse del dinero que le provee su venta, para que el valor del dinero tampoco quede improductivo. Ahora bien, no podemos deshacernos del dinero más que motivados por el deseo de comprar un producto cualquiera. Vemos entonces que el simple hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos” (Say, 1803).
Say, como Smith o Cantillon, otros economistas clásicos, han defendido los conceptos de libre empresa en oposición a cualquier forma de intervención del Estado en la economía y en la determinación de los precios. Para entender su aporte, es importante resaltar el contexto especifico de la época, entre el desarrollo del liberalismo económico y de las innovaciones técnicas y tecnológicas de la Revolución Industrial frente a una forma de centralismo marcado también por la inestabilidad de las guerras napoleónicas.
La gran contribución de Say data sobre el rol motor del emprendedor, lo cual inspiró años después a J. A. Schumpeter. Esto tiene relación con su propia historia, especializada en el sector textil: Say fundó una manufactura en el norte de Francia antes de entrar en el Collège de Francia, una de las instituciones educativas del país europeo con mayor prestigio. Asimismo, su rol ha sido central para identificar y entender las características propias del emprendedor, contribuyendo así al desarrollo de la relación entre la ciencia y la sociedad (Boutillier y Uzunidis, 2014).
Fuentes de investigación